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El Día de la Madre es una de las fechas festivas más celebradas en todo el mundo, principalmente por el valor simbólico de la figura materna en la crianza de los hijos. No es una invención reciente: la historia demuestra que las civilizaciones antiguas ya le rendían honor a las madres en diferentes formas, y ese festejo sigue perdurando. En la antigua Grecia, los habitantes europeos adoraban a Rea, a quien la mitología describe como la diosa de la tierra y la madre de los dioses del Olimpo: Hestia, Hades, Deméter, Poseidón, Hera y Zeus. A pesar de no ser tan influyente como sus hijos, los griegos la veneraban al inicio de la primavera por su rol materno. En la civilización egipcia, los templos se construían en honor a Isis, la diosa madre que era adorada como tal. No fue hasta la época del cristianismo en que todas estas celebraciones se juntaron en la figura de la Virgen María, madre de Jesús de Nazaret. En el Día de la Inmaculada Concepción, en España, se recordaba también el Día de la Madre. Sin embargo, en la historia contemporánea, el festejo del Día de la Madre se debe a la lucha de activistas estadounidenses. Todo comenzó en 1870 con la poeta Julia Ward Howe, quien reunió a las madres víctimas de la Guerra de Secesión norteamericana. Décadas después, en el año 1908, una de las mujeres del grupo, Ann Marie Jarvis, quería que la memoria de su madre, quien había sido activista social durante la guerra civil, fuera recordada y respetada. La activista también pedía que Estados Unidos reconociera un día para las madres trabajadoras. En 1914, sus peticiones fueron escuchadas: el presidente Woodrow Wilson instauró oficialmente el Día de la Madre para ser celebrado el segundo domingo de mayo, por ser el mes de fallecimiento de la madre de Ann Marie. Siguiendo el ejemplo del país norteamericano, otras naciones se unieron a la celebración del Día de la Madre en la misma fecha, aunque otros países se mantuvieron fieles a sus propias tradiciones y siguieron festejando la maternidad en sus propias fechas.